
#yoyabuela8 – La albahaca y los compañeros de San Juan
Decía mi Abuela que las plantas aromáticas son mágicas y quemaba hojas secas de albahaca.
"Albahaca verde, recién vestida de lo que el cuchillo desmenuzó con horror, el brote de la vida, la reliquia sagrada, la cabeza cercenada, renacida, florecida, te alimentas de ojos que miran la oscuridad, de labios encerrados en un beso maternal, de silencio eterno, de dolor verde, el olor.... El olor... Qué intenso es el olor, cuando el amor se llena de inmensidad.
Mi pequeño cuento de hadas
Con mis lágrimas te he regado
Con mi azada te he azado...
Por tus ojos me han matado.
(Decamerón - Boccaccio)
El verano carece de sentido sin el fragante saludo de un plantón de albahaca al pasar junto a él. No puede ser verano sin un puñado de hojas en una ensalada verde y aromática o encima de una apetitosa y fresca caprese, o machacadas con ajo en un cremoso y verde pesto. Así es la albahaca: se huele una vez y nunca más se olvida.
A veces, llevada por el aflato de Deméter, la diosa de la cosecha, empiezo de semilla. Después de los idus de marzo, como diría Ovidio, o desde mediados/finales de primavera hasta el solsticio de verano.
Pongo las semillas en macetas de 10cm y las coloco en un lugar soleado. Los brotes que surjan al cabo de un par de semanas se dividirán y se colocarán cada uno en una maceta distinta. Cuando las plántulas alcancen una altura de unos 5/7cm, hay que cimearlas, cortando suavemente el ápice de la plántula con los dedos para que se ramifiquen y engrosen.
La albahaca necesita luz pero el sol directo es malo para ella, le gusta el agua pero no tolera el estancamiento. Es una planta exigente. No es casualidad que se la llame Rey. Su nombre procede del griego y significa "real". Mi Abuela solía decir que la albahaca es tan susceptible como un rey, que hay que anticiparse a sus exigencias reales, que le hace falta muy poco para inquietarse y dejar caer sus hojas. Un poco de sol y un poco de sombra: es Él quien decide.
Mi Abuela siempre nos rociaba en la piel, una pócima, decía, para que no nos picaran los mosquitos y otros insectos, en verano, en el campo.
Era una decocción de albahaca.
Una última cosa al respecto. He descubierto que la albahaca y la guindilla se quieren, puestas en la misma maceta se ayudan mutuamente y están más felices, más lozanas.
A continuación presento la historia que me contó un amigo -un gran publicista italiano- Salvo Scibilia. Siguió mis historias con mi abuela y la creación del proyecto The house farmer y me contó esta increíble historia que tiene que ver precisamente con la albahaca. Feliz lectura.
Los camaradas de San Giovanni (por Salvo Scibilia)
Era una cálida y destartalada tarde de junio de hace cincuenta años. Una de esas que solíamos pasar en grupo entre cenas de espaguetis, acaloradas discusiones políticas, guitarreadas, cigarrillos y unas cuantas cervezas. Me unía a Piero un fuerte sentimiento de amistad lleno de coraje y sinceridad. Por qué no os hacéis camaradas de San Giovanni? propuso alguien.
Por razones político-ideológicas, nos sentíamos ligados a las tradiciones populares, pero nadie sabía nada de la comparsa de San Giovanni. Quien hizo la sugerencia fue un amigo con gafas que estudiaba etnología y nos habló de esta antigua costumbre.
San Juan se celebra el 24 de junio, poco después del solsticio de verano. Los compinches de San Juan establecen libremente un pacto de amistad y ayuda mutua para toda la vida. Los compañeros tienen un vínculo tan fuerte que, en casos extremos, incluye incluso el sacrificio de la propia vida para proteger y preservar al compañero.
Hay tres formas de convertirse en compañero. Compari d'anello, cuando se actúa como testigos en una boda; compari di coppola, cuando se actúa como padrino en el bautizo de un recién nacido (la coppola, en este caso, es el bonete que lleva el recién nacido) y compari di San Giovanni, en otras palabras.
En las zonas de Madonie, se intercambiaba un clavel rojo y se comían juntos tras recitar ciertas fórmulas para el comparatum. En las zonas de Mesina, la ceremonia se realizaba mediante el intercambio de una almendra azucarada. En otras localidades, era costumbre tomar un sorbo de agua salada o trenzar el pelo de los comparadores. En Barrafranca (Enna), estaba en vigor un ritual con fuertes valores teatrales:
(Ambos)
Y cumpari a sangiuvanni
sa cc'avimmu nni spartimmu
Y si tuviéramos un favor
nn'a divismmu sin el otro.
(Y parece a San Juan
dividimos lo que tenemos
y si tenemos una sola alubia
lo dividimos a la mitad cada uno).
Aparece el primero: Cumpà, cchi vuliti: risu o ossa?
(Cumpà, qué quieres: arroz o huesos, es decir, felicidad o dolor?).
El otro responde: Bones!
("Bones". En referencia al propio futuro doloroso)
El primero: E nni jammu nni la fossa!
(Aparece qué quieres: risa o huesos, es decir, felicidad o dolor?)
¡El otro responde: Risu!
(Arroz. En referencia a su felicidad)
El segundo: E nni jammu 'n Paradisu!
(Y juntos iremos al Paraíso).
Cumpari simmu y cumpari ristammu... escupe 'nterra!
(Ahora somos compañeros y compañeros seguiremos siendo para siempre... -como sello de promesa- escupe en el suelo!). A partir de ese momento, uno se convertía en compari para toda la vida.
En la zona de Catania, afirmaba nuestro sabelotodo, uno regala al otro una planta de albahaca ribeteada con una cinta roja, el otro corresponde con un pepino suavizado con una cinta roja similar. El principio de lo masculino y lo femenino es evidente.
No hace falta insistir en la asonancia evidente entre pepino y falo. Sin embargo, para apreciar la alusión al sexo femenino, hay que recordar que la albahaca siciliana tiene hojas muy pequeñas que parecen un denso arbusto no muy diferente, salvo por el color, del triángulo dibujado por el pelo alrededor del sexo de la mujer.
En aquella lejana tarde de verano, se produjo una animada y acalorada discusión sobre la distribución de los roles sexuales, y en medio de la hilaridad general, aunque el sentimiento de profunda amistad entre Piero y yo permaneció intacto, el comparaggio de San Juan se desvaneció. Nadie estaba dispuesto a asumir el lado femenino del asunto.
Antes de escribir estas notas, intenté informarme en Internet sobre esta tradición. Se habla mucho de albahaca, pero nadie menciona el pepino. Ahora bien, caben dos casos: o bien nuestro amigo sabelotodo estaba tomando el pelo a nuestra alegre banda, o bien estamos ante una variante, como ocurre con los mitos: tal vez se trate simplemente de un antiguo ritual que ha caído en el olvido.
Durante cincuenta años, el intercambio de albahaca y pepinillo ha permanecido estridente dentro de mí, inmutable y vivo. No estoy dispuesto a derogarlo. Piero, mi difunto camarada y todavía mi amigo, se sentiría decepcionado. Estamos en una época en la que la pertenencia al género se tambalea y tal vez caiga, pero no estaremos ahí.
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