JARDINES URBANOS - Cómo defenderse de la contaminación

No es oro todo lo que reluce, y por eso incluso el jardín urbano tiene sus puntos débiles, entre ellos el problema de la contaminación, que es muy real y se deja sentir en varias áreas metropolitanas de nuestro planeta.

 

En la ciudad, las partículas son muy nocivas para el ser humano, pero a medida que se elevan se vuelven menos peligrosas, ya que se dispersan con más facilidad. Además, se dispersan más fácilmente a unos 50 metros del lugar de emisión.

 

Por consiguiente, hay que favorecer los huertos situados en pisos altos y alejados de las vías más transitadas, ya que contaminan menos.

 

En realidad, incluso los huertos situados en el campo pueden estar muy contaminados por la radiación o por las aguas subterráneas envenenadas adyacentes, como en el caso de la Terra dei Fuochi en Italia u otras zonas cuyo suelo ha sido muy contaminado por vertidos humanos o industriales.

 

En este caso, el sistema radicular de la planta cultivada también sufre daños irreparables, con consecuencias sobre el producto que no pueden erradicarse de ninguna manera ni siquiera mediante un lavado intensivo de la corteza o la cáscara, práctica que en muchos casos resuelve casi por completo el problema de la contaminación.

 

 

HUERTOS EN TEJADOS

La creación de huertos en terrazas privadas o públicas se convierte en una solución muy válida cuando está disponible, también para filtrar el agua que con el tiempo es probable que se filtre en las habitaciones de abajo.

 

Sin embargo, en estos casos es aconsejable cultivar en macetas, o en grandes cajas si el espacio lo permite, evitando el contacto con el suelo que podría contener sustancias contaminantes (por ejemplo, los tejados de amianto) y/o también transferir humedad aguas abajo.

 

El cultivo en tejados también tiene la ventaja de mitigar el calor estival, gracias a la liberación de frescor y humedad por parte de los cultivos.

 

 

EL ASPECTO BIOLÓGICO Y NATURAL

El cultivo en maceta y/o bricolaje en la ciudad no permite reducir totalmente las consecuencias de la contaminación atmosférica, pero sí eliminar, a voluntad, otro elemento negativo y peligroso para nuestra salud que representa el uso de pesticidas e insecticidas. Aunque opten por la autoproducción, no todos los huertos urbanos eligen métodos de cultivo ecológicos y naturales.

 

A veces, en lugar de los productos vendidos, es aconsejable recurrir a métodos naturales como los cultivos intercalados de hortalizas, la proximidad entre cultivos que no sólo no se obstaculizan mutuamente el crecimiento, sino que se ayudan mutuamente previniendo enfermedades recíprocas. Este es el caso tanto si se dispone de espacio abundante como de macetas grandes en las que quepan al menos dos cultivos.

 

Como alternativa, se pueden utilizar macerados naturales de ajo, cebolla u ortiga para prevenir y tratar las enfermedades de las plantas.

 

EL VALOR DE LOS HUERTOS URBANOS

Un balcón, un huerto, un libro y la llegada del verano en el aire: ¡esto sí que es paz!

 

Es cierto que las ciudades se ven más afectadas por la contaminación que el campo, aunque éste no está exento, pero cada ciudad tiene diferentes formas de contaminantes, así como diferentes temperaturas y número de horas de exposición al sol en función de la latitud geográfica.

 

Además, hay que tener en cuenta que las verduras cosechadas y consumidas en la ciudad son mucho más frescas que las que recorren muchos kilómetros para llegar a los supermercados.

 

Incluso frente a las llamadas realidades kilómetro cero, muy en boga y en auge, el huerto metropolitano se convierte en paso cero, inmejorable en el tiempo que transcurre desde la planta hasta el consumo final.

 

Por todo ello, los huertos urbanos deben existir (y resistir), ya que representan una oportunidad para recuperar el contacto con la naturaleza y devolver algo de verdor a las metrópolis, junto con la tan necesaria sensibilidad ecológica.

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